Historia viva del humor y la cultura cordobesa
Nadie duda de que el humor y
los humoristas cordobeses, por su picardía y sencillez, por su tonada y su
ingenio, sean de los más reconocidos a nivel nacional. Contribuyó para ese
reconocimiento y llegada nacional que en la década del ’70, y por casi veinte
años, existiera una publicación que marcó un antes y después en la forma de
vivir y disfrutar de las tiras humorísticas. Nos referimos a la Revista
Hortensia. Marcelo Amuchástegui fue parte de esa historia y nos la cuenta. Pero
no solo del humor vive el hombre. Radiografía de un vecino de Sierras Chica.
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-Disculpa, ¿sos de por acá?
-Sí. ¿Qué necesitan?
-¿Esta es la calle Los Cocos?
-Sí.
-¿La casa del señor Amuchástegui?
-Justo ahí, dijo señalando con el mentón, para no quitar
las manos del manubrio de la moto, la casa que daba a nuestra derecha.
-Muchas gracias.
-No le conviene subir el
auto, está muy empinado y empedrado. Dejen el auto acá.
Efectivamente, la casa de
Marcelo Amuchástegui era justo ahí. Luego de dar un par de vueltas, habíamos
dado con ella, estábamos estacionamos frente a ella. Si no hubiese sido por el
aporte del buen vecino se nos habría complicado un poco más.
Tal como nos advirtieron,
dejamos el auto sobre la calle y subimos el empinado camino de ingreso que nos
depositó en la puerta de casa. Marcelo nos atiende. Nos estaba esperando. Antes
de ingresar a su pequeño pero acogedor hogar, repleto de cuadros pictóricos
realizados por él, nos indica la maravillosa vista a las sierras que se divisa
desde allí, sólo interrumpida en un sector con la edificación de un galpón.
“Arruina la visual privilegiada que tenía”, dice. Una vez adentro, el ardor de
la salamandra calienta el recinto y alienta la distendida y divertida charla
que resulta.
Marcelo nació en Villa María
pero pasó su infancia y parte de su vida en Argüello, en la casa de sus padres,
lugar que recuerda con añoranza y felicidad. Es parte de una tradicional
familia de las Sierras Chicas. Los Amuchástegui, en algún momento, eran los
propietarios de extensas tierras en Candonga. Además, Marcelo es integrante de
la época de gloria del humor cordobés. No es que es en la actualidad la
característica humorada local esté en decadencia. Pero, durante la década del
’70, surgió una publicación humorística que logró trascender los límites de la
provincia y que tuvo repercusión a nivel nacional: Revista Hortensia.
Amuchástegui fue el encargo de escribir y crear algunos de los más destacados
cuentos y personajes para la revista.
Desde muy pequeño se
dedicaba a la pintura, lo que lo había llevado a anotarse y estudiar bellas
artes por tres años. Comenta el entrevistado que “ya desde chico me gustaba
pintar. Un tío mío que se dedicaba al arte y la pintura vio mis dibujos y le
recomendó a mi padre que me mandara a estudiar bellas artes”.
Mientras estudiaba en la
Figueroa Alcorta, conoció a Alberto
Cognini, fundador de Hortensia. Años más tarde le comentan a Amuchástegui que
en Córdoba estaba por empezar a editarse una revista de humor, que por qué no
llevaba una carpeta con sus dibujos y pinturas, por ahí gustaban y lo
contrataba. Por esas vueltas de la vida, Marcelo se volvió a encontrar con
Cognini: “Luego de mucho tiempo, de la época de estudio, nos volvimos a ver. Le
llevé mis trabajos pero me dijo que caricaturistas ya tenía, que
escribiera. Y por más que nunca había
escrito humor, en ese momento comencé a hacerlo profesionalmente”, cuenta.
Durante más de una década,
hasta el cierre de la publicación, el humorista formó parte del selecto staff
de Hortensia, del que participaban también, entre otros, Roberto Fontanorrosa,
Caloi, Crits, Peiró. Tal era la cantidad de cuentos y personajes, como “Las
historias de Don Quitilipe”–algunos realmente populares e inmortalizados en la
memoria de muchos- que creaba que ya no le quedaban seudónimos que utilizar.
Con respecto a ésto, relata: “mis escritos estaban firmados de la más diversas
manera. Yo era – se ríe al recordarlo- El Pori, Maniquí de Víbora, El Cóndor de
los Andenes, El Viejo Bizcacho o simplemente Marcelo o Amuchástegui”.
Trabajar en Hortensia, y
tener una exposición que iba mucho más allá de las fronteras de Córdoba, le
permitió a Marcelo, a su vez, escribir humor para varios diarios de tirada
nacional a la vez. “Legué a difundir el humor al armar un red de 12 periódicos
en los que escribía en los suplementos de humor. Algunos de esos diarios eran
El Puntal de Río Cuarto, El Tribuno de Salta, Época de Corrientes, El Popular
de Olavarría”.
Finalmente, Hortensia, el
medio que permitió que el humor cordobés llegara, y se instalara, en cada
rincón del país, sacando sonrisas y carcajadas al por mayor, llegaba a su fin a
mediados del año 1989. También finalizaba casi en ese momento la incursión por
el humor de Marcelo Amuchástegui. Luego vendría la época en que creara, desde
su pequeña imprenta, un suplemento para niños que lograría ubicar en algunos
diarios.
Sin embargo, nunca dejó de pintar,
de escribir y corregir. Además era
corrector: “Llegué a corregir 40 revistas. Trabajaba con la Editorial
Propuesta. Era un trabajo cansador, que no me gustaba”, acota.
Multifacético espécimen, se
define como “más o menos sacha- periodista, semi- poeta, pintorjante (o sea: ni
pintor ni dibujante completo)”. Ha escrito y publicado, hasta el momento, ocho libros: “La Conquista
del Des(ac)ierto”, “Memorias de Julio”, “Anécdotas”, “Las Historias de Don
Quitilipe”, “David y Goliath”, Allá por el ‘50”, “Estación Argüello”, y “Meta
Milonga”.
Sus lecturas lo han llevado
a interesarse por los más diversos temas, hasta el punto tal de haber escrito
un libro sobre el cosmos, que ha finalizado pero no aún editado. Escrito que ha
ido acompañando con pisturas sobre la creación y el universo.
Mientras nos vamos
despidiendo, Marcelo nos cuenta que hace tres años vive en El Manzano. Que
terminó allí por una vieja historia de amor. Ahora no piensa en irse del lugar.
Le parece único.
Nos acompaña hasta el auto.
Se vuelve y cierra las puertas de alambre que marcan el límite de su casa.
Prometemos volver a vernos.
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