Los desafíos del modelo
En el mes de
febrero ocurrió en la estación de trenes de la Capital Federal un accidente que
conmovió a toda la opinión pública por el daño en muertos y heridos que provocó
a quienes habitualmente usan el servicio de trenes. Las opiniones vertidas al
momento del accidente han dejado de aparecer en la tapa de diarios y revistas,
pero no por ello dejan de tener vigencia e importa seguir su tratamiento desde
el análisis de las responsabilidades y mecanismos para brindar garantías a las
personas que utilizan los servicios que se ofrecen en el mercado.
El concepto
más cuestionado que se aborda es el rol del Estado desempeñando su función de
control, y que se profundiza al debatir el grado de intervención que debe tener
el estado en la economía en su carácter de regulador y/o mediador entre la
oferta y demanda.
Así queda
planteado el sentido que tienen las concesiones y tercerización de servicios
que el Estado deja a empresas privadas para que estas sean responsables del trabajo
operativo de los servicios públicos. El esquema actual asigna al Estado el rol
de inversor para todas las erogaciones de dinero en infraestructura. Las
empresas privadas deberían asumir las erogaciones de carácter operativo de esos
servicios, aunque también reciben dinero en subsidios para su funcionamiento.
Es decir, el Estado invierte en capital fijo, y los privados en capital de
trabajo.
¿Es viable
este sistema de distribuir responsabilidades?
Una mitad de
la biblioteca dice que lo hace más eficiente porque la empresa privada sería
más meticulosa y precisa en el uso del dinero para poder obtener ganancias.
Claro que para sostener este planteo habría que olvidar lo ocurrido en la
estación de trenes y de L.A.P.A. en aeroparque. O sólo tomarlo como accidentes.
Pero no como hechos que son productos de
las decisiones tomadas en la gestión empresaria.
La otra mitad
de la biblioteca dice que es absurdo asumir todas las erogaciones en dinero
para capital fijo y de trabajo, solo para renunciar a las ganancias que
producen esas erogaciones. Claro que también habría que olvidar que parte de
esas erogaciones alimentan la corrupción de funcionarios, ineficaz operatividad
y excesos en la incorporación de personal.
Parece que
cualquier decisión que se tome siempre tendrá a los usuarios como mercado
cautivo y pasivo.
Sin embargo
hay alternativas, y muchas para que los servicios públicos sean eficientes, efectivos,
y sobretodo, respetuosos de los ciudadanos-usuarios. Una buena gestión
empresaria debería cumplir con leyes, reglamentaciones y procedimientos que ya
están en vigencia para que se cumplan, e involucran al Estado en el rol de
administrador y control de la gestión.
Para que un
modelo de gestión sea legitimado por la sociedad, como tema de fondo en toda
esta problemática, es reconocer los derechos económicos que todas las personas
tenemos. Estos derechos no se han debatido, porque su reconocimiento es tibio y
superficial para no afectar otros intereses y beneficios económicos, a la misma
altura que han alcanzado la vigencia de los derechos políticos, sociales,
humanos, culturales y personalísimos, reconociendo a la Legislación Argentina
entre las más avanzadas del mundo.
Cuando usamos
un servicio público, lo mismo si fuera privado, no actuamos, según la lógica de
mercado, como un consumidor o cliente racional, informado y libre para decidir si lo adquirimos o no. Lo hacemos
porque es una necesidad para hacer nuestra vida, y porque la organización
social se lo condiciona a todas las personas. El uso del servicio está implícito
en la calidad de vida que nos merecemos y a la que tenemos derecho como
personas y sujetos de derecho. Entonces estamos en condiciones de exigir una
calidad en la prestación y de garantías en la seguridad personal.
A partir de
reconocer a estos derechos como marco de las leyes económicas y el debate para
construir un modelo de sistema de gestión de la Administración Pública para las
prestaciones en bienes y servicios por parte del Estado, se pueden definir conceptos y criterios válidos para organizar
a las empresas que ofrecerán esos bienes y servicios.
Se podrá
reclamar por la transparencia y disponibilidad de información para opinar y
proponer. Se pueden establecer las responsabilidades y compromiso de los
funcionarios para garantizar los derechos del ciudadano-usuario.
Es posible
construir un Sistema Institucional del Estado que garantice la participación
del ciudadano y la correcta satisfacción a sus demandas, a partir de temas
específicos de gestión como los objetivos estratégicos de la empresa, el
beneficio que se genera a los usuarios, los indicadores de gestión que deben
cumplirse para evaluar el desempeño de quién asume la responsabilidad operativa
de la empresa, ya sea el estado o privados.
La
intervención del Estado no debe limitarse exclusivamente a la inversión en
capital fijo, sino que debe ser muy exigente en el uso del capital de trabajo,
poniendo siempre a disposición de quién lo requiera, la información útil para
controlar la actividad empresaria. Los costos, rentabilidad, flujos de fondo y
parámetros de comparación deben estar a disposición de la sociedad para evaluar
el logro de los objetivos propuestos.
Abordar el
debate de la intervención del Estado en la vida económica es posible y
necesario hacerlo en los temas que brinden soluciones a nuestra vida cotidiana.
La postura política para abordar estos temas
confrontará por una parte a quienes defienden la libre empresa y rentabilidad
económica como principal objetivo económico, y por la otra parte a quienes
priorizan el bienestar general como premisa para que sea posible obtener
beneficios personales. Las ideas que se propongan requieren una alta cuota de
innovación, creatividad, ingenio y compromiso para aportar a consolidar un modelo social que pretende
ubicar a la Argentina entre los países avanzados en el reconocimiento de los
derechos de sus habitantes, la defensa de los intereses nacionales, el
fortalecimiento del mercado interno, consolidarla como país emergente, y que todo esto tiene sentido si
brinda bienestar y felicidad a su pueblo.
Héctor Jorge
Assadourian
Licenciado en
Administración
Profesor en
Ciencias Económicas
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