Doble estándar: Malvinas y Crimea
El dos de abril de cada año,
recordamos la pérdida de miles de jóvenes argentinos en Malvinas, que fueron
prácticamente mandados a la muerte por el entonces gobierno militar que
comandaba dictatorialmente los destinos de la nación. Jóvenes sin preparación,
que no contaban con las condiciones materiales, numéricas y estratégicas de
ganar nada. Que fueron enviados al frente por una dirigencia castrense
irresponsable, tanto en el discurso triunfalista como a sabiendas de las pocas,
nulas, chances que teníamos de recuperar por la fuerza las Islas.
No sólo los caídos. Los veteranos
y excombatientes también merecen el reconocimiento. Por la lucha, por el dolor,
por la representación, por la pérdida que en primera persona presenciaron y
sufren.
Luego del ’82, una vez finalizada
y pérdida la poca grata experiencia armamentística, como Nación nos dimos
cuenta de que la recuperación de las Malvinas no sería, no es, posible mediante
el uso de la fuerza militar.
Durante todos estos años, más de
tres décadas, y principalmente en el transcurso de la actual presidencia de
Cristina Fernández, los reclamos por la soberanía de las Islas ante los
diversos organismos internacionales han sido incansables. Pero, claro, se lucha
contra una potencia mundial como los es Inglaterra, y sus aliados en este tema,
más allá que las legislaciones mundiales amparen el pedido de la Argentina.
En estas últimas semanas,
producto de un conflicto que afecta el corazón de Europa, se vuelve pone en primera plana la cuestión de Malvinas.
Contexto
A principios de febrero, un grupo
de ucranianos de extrema derecha, muertos civiles de por medio, asaltó y tomó
el poder de ese país europeo, obviamente, a través de un procedimiento no
democrático. Se ponen en juego en este conflicto las más claras maniobras,
fines y objetivos que imperaron durante la Guerra Fría: la división en dos del
globo y la intención de un sector –Occidente, con Estados Unidos y la Unión
Europea a la cabeza- de diezmar, de una vez por todas, a la Federación Rusa –ex
URSS-. Para ello, Ucrania es fundamental, ya sea por su posición geográfica
estratégica como por sus riquezas naturales, y posibilidad de explotación de
las mismas.
Ante la embestida de Occidente,
Rusia se quedó con la posesión de un sector trascendental de territorio
ucraniano, Crimea, que, cabe aclara, históricamente perteneció a los rusos y
que durante el siglo XX fue regalado a Ucrania. Esta península se encuentra sobre
las costas del mar Negro y alberga al Puerto de Sebaltopol, núcleo económico y
militar de valor inigualable. La re-anexión de Crimea a Rusia se selló con un
plebiscito, en el que los ciudadanos crimeos votaron casi en un cien por ciento
por su pertenencia a su antiguo territorio.
Ante esta situación, y lejos de
velar por el resguardo de los derechos humanos y la resolución del conflicto de
la integridad de Ucrania, la Asamblea General de la ONU denunció la actuación
de Rusia, y avanza soslayando la soberanía del país europeo a expensas de
intereses económicos y geopolíticos de las potencias de Occidente
Crimea y Malvinas
En una nota en el diario Página 12, el Canciller
argentino Héctor Timerman afirma: “En
diversas oportunidades el gobierno argentino advirtió sobre el claro doble
estándar de los varios miembros de la comunidad
internacional que así procedían. Una y otra vez nuestro país llamó a no
interferir en los asuntos internos de otras naciones y a respetar la integridad
territorial, pero a cumplirlos como principios universales y no como
herramientas geopolíticas”. Continúa el Canciller: “Durante el proceso de negociaciones, Argentina
propuso que si el tema era el respeto a la integridad territorial se mencionen
todos los territorios cuya soberanía se encuentra disputada de acuerdo a las
Naciones Unidas. No fuimos escuchados pero sí presionados para imponernos
el texto finalmente
adoptado. Así las cosas, la Argentina se abstuvo y durante el debate reiteró su
apego a los principios de no injerencia y respeto a la soberanía territorial en
todos y cada uno de los casos”.
Es decir, la comunidad internacional
insta por la integridad territorial de Ucrania, y exige que todos estén de
acuerdo, pero se niega a ordenar a Inglaterra que devuelva Malvinas a la
Argentina.
Inglaterra es una de los miembros activos
del Consejo de Seguridad de la ONU, es casi imposible que los demás integrantes
vayan en contra de un socio. Siempre quedará la esperanza y el apego a las
resoluciones normativas y la insistencia para que se cumplan.
En este sentido, la propia Cristina
Fernández fue la primera en denuncia el doble estándar de las potencias
occidentales. La presidenta no entiende la doble vara de países
como Estados Unidos y el Reino Unido, que en su momento aceptaron el resultado
del referéndum que los kelpers realizaron el año pasado en Malvinas, en el que
determinaron que querían seguir siendo británicos, pero que ahora rechazan de
plano el realizado en Crimea, en el que sus habitantes votaron la anexión a
Rusia. “La
posición argentina seguirá propiciando la resolución pacífica de los
conflictos”, dijo Cristina. Más claro, imposible.
Continuando con los referendos, el gobierno argentino hace una distinción más. Señala que
en Malvinas existe una población que
no es originaria sino implantada mientras que en Crimea hay un pueblo, gran
parte de él de descendencia rusa, por lo que incluso tendría derecho, de
acuerdo con lo que determinan las Naciones Unidas, a un plebiscito para decidir
sobre su futuro, cosa que no podrían realizar los kelpers.
El 2 de Abril conmemoramos
del Día del veterano de guerra y caídos en Malvinas, y le recordamos a la
comunidad internacional que insistiremos incansablemente por lo que nos
corresponde, aunque la vara que juzgue y decida no sea la misma.
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