El primer caso de dio en Villa Allende, y se hizo público al ser fotografiado por un vecino. Un sujeto ató en la parte trasera de su motocicleta a un dogo y arrancó. El animal, luego de unos metros, no pudo seguir más el andar, y terminó en el tendido en el asfalto mal herido. Realizada la denuncia, el dogo fue trasladado al Instituto Antirrábico de Córdoba, donde se recupera. El dueño del animal, y maltratador, fue detenido, liberado e imputado por violar la Ley Sarmiento de Protección Animal.
Unos días después, una situación casi idéntica en Unquillo: un perro muere luego de ser sujetado al paragolpes trasero de un automóvil, y ser arrastrado por el mismo. Dos sujetos, aparentemente en estado de ebriedad, fueron detenidos por el brutal hecho.
A raíz de este último episodio, vecinos y organizaciones en defensa de los animales se movilizaron por Doble Avenida San Martín, pidiendo justicia.
No deja de asombrar hondamente este tipo de hechos; la saña con que estas personas trataron a los perros, sea cual fuere la posible excusa o justificación. Lamentablemente, el maltrato animal –en todas sus dimensiones y prácticas– es recurrente.
La mediatización de estas dos situaciones no hace más que mostrar una penosa realidad: la que cotidianamente viven muchos animales. Cambiar la situación depende de todos, de los Estados y de los ciudadanos, del compromiso a una tenencia responsable de mascotas.
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