La película argentina “Relatos Salvajes” muestra crudamente situaciones de estos tiempos que vivimos: la intolerancia, las injusticias a la vuelta de la esquina, la agresión injustificada, los mundos artificiales que cuando se desarman solo queda el vacío, la locura que parece estar esperando el momento de dar su zarpazo. En fin, nos muestra un mundo que no queremos ver, que duele, un espejo que lastima. Pero que sin embargo es el mundo que hemos construido queriendo o sin querer. Y del cual nadie puede sentirse o creerse ajeno.
Entonces, pensar que las escuelas pueden aislarse de su contexto para convertirse en zonas descontaminadas, es una utopía imposible de sostener. Ese contexto las deja no solo mal paradas, sino con un margen de maniobra escaso, pequeño. Casi mínimo.
Pero, como dice el dicho, mientras hay vida hay esperanza, es ese margen de maniobra el que sostiene la posibilidad de convertir a las escuelas en sujetos de cambio. Todos los días, hay pequeños triunfos, batallas que se ganan, algún terreno que se conquista, que son buenas noticias, pero no se difunden o se difunden poco. Digamos que “no venden”.
Sin duda que la tarea de los docentes de alma y corazón, en muchas ocasiones es recompensada más allá de lo económico: cuando ven niños y jóvenes que se esfuerzan y obtienen sus propios logros. Pero siempre existe una sensación de que la tarea es muy desigual, que los condicionantes del mundo exterior pueden destruir de un plumazo lo que lleva mucho tiempo construir. Quizá sea la escuela, que nació para minorías y hoy es un derecho esencial del ser humano (enseñar y aprender), la que se ponga al hombro la tarea de cambiar el mundo. Vaya tarea. Difícil, pero no imposible.
Para terminar, y como en casi todas las notas que he escrito este año en esta columna, no puedo evitar incluir o una canción o algún fragmento de alguna. Estos dos versos, apenas dos, del trovador Silvio Rodríguez que pertenecen a su Canción del Elegido (1968).
“Lo más terrible se aprende enseguida
Y lo hermoso nos cuesta la vida….”
Por Jorge Gaiteri.
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