Ni olvido ni perdón

Ni olvido ni perdón

No podemos ignorar que el 2010 se lleva consigo una cantidad significativa de hechos y sucesos que marcaron, de una u otro forma, el transcurrir del año. Por citar algunos: el Bicentenario y todo lo que implicó, la Ley de Matrimonio Igualitario, el largo transcurrir de los mineros chilenos bajo tierra por casi 70 días, la discusión por la Ley de Educación y las tomas de los colegios, la muerte de Néstor Kirchner, entro otros. Sin embargo, creo que hay uno que suscita una importancia particular: el juicio y sentencia a Videla, Menéndez y otros en la causa de la Unidad Penitenciaria 1.

El juicio a los represores se consideró una megacausa y tuvo su comienzo los primeros días de julio. Por qué megacausa. Porque se enjuició el fusilamiento de 31 presos políticos de la Unidad Penitenciaria 1 (conocida como UP1) ocurrido en 1976, por un lado. Por otro, el expediente “Gontero” que implicaba torturas aplicadas a cinco policías y un civil, el mismo año en el mismo lugar.

Esta megacausa juntó en el banquillo a 31 acusados. En los 6 meses que duró el proceso judicial hubo 63 audiencias y concurrieron a prestar declaración 110 testigos. Y recordemos que desde el `76 hasta ahora transcurrieron 34 años.

Mucho tiempo pasó para que por fin se haga justicia. 34 años son muy poco para olvidar y perdonar. En realidad, el tiempo para estas cosas nunca es suficiente. No tienen cabida los alegatos de estos represores que siguen justificando la violencia que desde el Estado se aplicó sistemáticamente en pos del “ordenamiento de la sociedad Argentina”. Tampoco la de aquellos que con el gran invento de Obediencia Debida y Punto Final posibilitaron que Videla y Menéndez se pasearan por las calles todos estos años.

Celebramos que en el 2010 se haya continuado con los juicios contra represores y quienes tuvieron participación durante la última y cruenta dictadura militar. Esperamos que en el nuevo año se siga por el mismo sendero. Celebramos la cadena perpetua y la cárcel común. No olvidamos ni perdonamos. Nunca más.

                                                                                                                   Gabriel Loyber