Mónica
Videla
No
siempre que muere el perro…
…se
acaba la rabia, como sostiene el dicho popular; en algunas ocasiones la rabia
queda diseminada en los intersticios de
la sociedad y regresa cuando lo menos lo esperamos.
El
oportunismo político que caracteriza al gobernador de Córdoba, se reveló
nuevamente ante la muerte en una cárcel común, condenado por crímenes de lesa humanidad del
ex general genocida Jorge Rafael Videla;
el momento fue propicio para que el mandatario provincial, arremetiera contra
la política de derechos humanos que desde el año 2003 se viene llevando
adelante desde el gobierno nacional.
Las
diatribas de la Sota no son una novedad, como tampoco lo son el momento ni las
circunstancias, siempre que opina sobre el tema la matriz ideológica de la
“teoría de los demonios” queda expuesta,
sea para reprender a madres por el descuido de sus hijos, sea para pedir un
baño de reconciliación, sea con la actitud de no participar en los actos
recordatorios del 24 de marzo de 1976 o claramente, no involucrándose en los
juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos en la provincia de la que es
gobernador hace diez años.
No
obstante su pensamiento político y ético respecto a la última dictadura
militar, los juicios por verdad y justicia, las políticas de la memoria y los
derechos humanos, el paroxismo de su comportamiento
se devela aterrador ante la propuesta de “negociación” con los genocidas para
obtener información; “el gobierno
nacional desarrolla una política del resentimiento, en vez de negociar para conseguir
la información necesaria…” .
Veamos,
negociar es mercantilizar, comprar, vender, mercar. Entonces la pregunta de
rigor es ¿qué negociar? ¿con quienes? ¿a cambio de qué? Y la respuesta la
proporciona el mismo gobernador, “te ofrezco reducirte las penas si me decís
realmente dónde están los que nos faltan” . Clarísimo, a ustedes que cometieron crímenes
aberrantes y por los que fueron y están siendo juzgados, yo les vengo a
proponer que hagamos un negocio donde la mercancía no es la información que
pudieran proporcionar, sino los miles de hombres, mujeres y niños, asesinados, torturados,
secuestrados por ustedes, a cambio de olvidarnos de lo que pasó, porque yo José Manuel de la Sota en nombre de una
reconciliación que nadie me pidió, les ofrezco no sólo la reducción de las
penas, sino también el indulto como parte de pago.
Los
delitos de lesa humanidad no son objeto de transacción, tal como lo han
expuesto las víctimas del terrorismo de estado, sus familiares y los organismos
de derechos humanos que desde hace años
luchan por memoria, verdad y justicia;
como señaló la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto
en respuesta a los dichos del gobernador: “La reapertura de los procesos
judiciales clausuró una larga etapa de impunidad y constituyó el principal
avance en materia de justicia en la última década. Los juicios son un ejemplo a
nivel regional y global de cómo el Estado puede asumir la persecución penal de
estos crímenes con tribunales nacionales conforme lo dispone la ley, enmarcados
en el derecho a la defensa y el debido proceso legal y reforzando los derechos
humanos y el fortalecimiento de las instituciones democráticas”.
Es
así, no es banalizando el horror como se llega a la verdad, porque con propuestas como las del gobernador de la provincia, sólo
logramos que la serpiente plácidamente continúe poniendo huevos.
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