14 ago 2013

CULTURA- CHARLA CON MARCELO AMUCHÁSTEGUI

Historia viva del humor y la cultura cordobesa

Nadie duda de que el humor y los humoristas cordobeses, por su picardía y sencillez, por su tonada y su ingenio, sean de los más reconocidos a nivel nacional. Contribuyó para ese reconocimiento y llegada nacional que en la década del ’70, y por casi veinte años, existiera una publicación que marcó un antes y después en la forma de vivir y disfrutar de las tiras humorísticas. Nos referimos a la Revista Hortensia. Marcelo Amuchástegui fue parte de esa historia y nos la cuenta. Pero no solo del humor vive el hombre. Radiografía de un vecino de Sierras Chica.
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-Disculpa, ¿sos de por acá?
-Sí. ¿Qué necesitan?
-¿Esta es la calle Los Cocos?
-Sí.
-¿La casa del señor Amuchástegui?
-Justo ahí, dijo señalando con el mentón, para no quitar las manos del manubrio de la moto, la casa que daba a nuestra derecha.
-Muchas gracias.
-No le conviene subir el auto, está muy empinado y empedrado. Dejen el auto acá.
Efectivamente, la casa de Marcelo Amuchástegui era justo ahí. Luego de dar un par de vueltas, habíamos dado con ella, estábamos estacionamos frente a ella. Si no hubiese sido por el aporte del buen vecino se nos habría complicado un poco más.
Tal como nos advirtieron, dejamos el auto sobre la calle y subimos el empinado camino de ingreso que nos depositó en la puerta de casa. Marcelo nos atiende. Nos estaba esperando. Antes de ingresar a su pequeño pero acogedor hogar, repleto de cuadros pictóricos realizados por él, nos indica la maravillosa vista a las sierras que se divisa desde allí, sólo interrumpida en un sector con la edificación de un galpón. “Arruina la visual privilegiada que tenía”, dice. Una vez adentro, el ardor de la salamandra calienta el recinto y alienta la distendida y divertida charla que resulta.
Marcelo nació en Villa María pero pasó su infancia y parte de su vida en Argüello, en la casa de sus padres, lugar que recuerda con añoranza y felicidad. Es parte de una tradicional familia de las Sierras Chicas. Los Amuchástegui, en algún momento, eran los propietarios de extensas tierras en Candonga. Además, Marcelo es integrante de la época de gloria del humor cordobés. No es que es en la actualidad la característica humorada local esté en decadencia. Pero, durante la década del ’70, surgió una publicación humorística que logró trascender los límites de la provincia y que tuvo repercusión a nivel nacional: Revista Hortensia. Amuchástegui fue el encargo de escribir y crear algunos de los más destacados cuentos y personajes para la revista.
Desde muy pequeño se dedicaba a la pintura, lo que lo había llevado a anotarse y estudiar bellas artes por tres años. Comenta el entrevistado que “ya desde chico me gustaba pintar. Un tío mío que se dedicaba al arte y la pintura vio mis dibujos y le recomendó a mi padre que me mandara a estudiar bellas artes”.
Mientras estudiaba en la Figueroa Alcorta, conoció a  Alberto Cognini, fundador de Hortensia. Años más tarde le comentan a Amuchástegui que en Córdoba estaba por empezar a editarse una revista de humor, que por qué no llevaba una carpeta con sus dibujos y pinturas, por ahí gustaban y lo contrataba. Por esas vueltas de la vida, Marcelo se volvió a encontrar con Cognini: “Luego de mucho tiempo, de la época de estudio, nos volvimos a ver. Le llevé mis trabajos pero me dijo que caricaturistas ya tenía, que escribiera.  Y por más que nunca había escrito humor, en ese momento comencé a hacerlo profesionalmente”, cuenta.
Durante más de una década, hasta el cierre de la publicación, el humorista formó parte del selecto staff de Hortensia, del que participaban también, entre otros, Roberto Fontanorrosa, Caloi, Crits, Peiró. Tal era la cantidad de cuentos y personajes, como “Las historias de Don Quitilipe”–algunos realmente populares e inmortalizados en la memoria de muchos- que creaba que ya no le quedaban seudónimos que utilizar. Con respecto a ésto, relata: “mis escritos estaban firmados de la más diversas manera. Yo era – se ríe al recordarlo- El Pori, Maniquí de Víbora, El Cóndor de los Andenes, El Viejo Bizcacho o simplemente Marcelo o Amuchástegui”.
Trabajar en Hortensia, y tener una exposición que iba mucho más allá de las fronteras de Córdoba, le permitió a Marcelo, a su vez, escribir humor para varios diarios de tirada nacional a la vez. “Legué a difundir el humor al armar un red de 12 periódicos en los que escribía en los suplementos de humor. Algunos de esos diarios eran El Puntal de Río Cuarto, El Tribuno de Salta, Época de Corrientes, El Popular de Olavarría”.
Finalmente, Hortensia, el medio que permitió que el humor cordobés llegara, y se instalara, en cada rincón del país, sacando sonrisas y carcajadas al por mayor, llegaba a su fin a mediados del año 1989. También finalizaba casi en ese momento la incursión por el humor de Marcelo Amuchástegui. Luego vendría la época en que creara, desde su pequeña imprenta, un suplemento para niños que lograría ubicar en algunos diarios.
Sin embargo, nunca dejó de pintar, de escribir  y corregir. Además era corrector: “Llegué a corregir 40 revistas. Trabajaba con la Editorial Propuesta. Era un trabajo cansador, que no me gustaba”, acota.
Multifacético espécimen, se define como “más o menos sacha- periodista, semi- poeta, pintorjante (o sea: ni pintor ni dibujante completo)”. Ha escrito y publicado,  hasta el momento, ocho libros: “La Conquista del Des(ac)ierto”, “Memorias de Julio”, “Anécdotas”, “Las Historias de Don Quitilipe”, “David y Goliath”, Allá por el ‘50”, “Estación Argüello”, y “Meta Milonga”.
Sus lecturas lo han llevado a interesarse por los más diversos temas, hasta el punto tal de haber escrito un libro sobre el cosmos, que ha finalizado pero no aún editado. Escrito que ha ido acompañando con pisturas sobre la creación y el universo.
Mientras nos vamos despidiendo, Marcelo nos cuenta que hace tres años vive en El Manzano. Que terminó allí por una vieja historia de amor. Ahora no piensa en irse del lugar. Le parece único.
Nos acompaña hasta el auto. Se vuelve y cierra las puertas de alambre que marcan el límite de su casa. Prometemos volver a vernos.   



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