12 dic 2014

TOKIO. Ni tan lejos, ni tan cerca


El reconocido actor y dirigente político del radicalismo Luis Brandoni, estuvo en Salsipuedes grabando Tokio, su nueva película que se estrenará en junio del 2015, en la que comparte protagonismo con Graciela Borges. Aprovechamos su estadía en Sierras Chicas para dialogar acerca de su carrera, de Tokio, de su relación con Córdoba, de cómo ve la realidad política y lo que espera para las elecciones del próximo año. 



Tengo 52 años de profesión. He vivido intensamente; me casé y fui papá muy joven. Ahora tengo nietos. Me he involucrado en lo política sindical también siendo muy joven. Me tocó una etapa complicada, porque los períodos en la Asociación de Actores era de dos años. Antes de cumplir los dos años, me amenazó la AAA, en año ’74 durante un gobierno democrático y faltando dos meses para las elecciones. Fui el único que ganó las elecciones al oficialismo desde el exilio. Entonces, eso me obligó a volver; volví a los diez meses del exilio. Después me tocó el golpe militar, de modo que en vez de cuatro años que podría haber durado mi mandato ad honorem, como siempre fue el cargo en la Asociación de Actores, se suspendió la actividad  política-sindical y me tuve que quedar hasta el 9 de diciembre del ’83 realizando un exilio interno.

Siempre me interesó la política. Me afilié en 1982 a la Unión Cívica Radical, hasta el día de hoy.

Muy convencido. A una pertenencia, uno no se la cambia como una remera. La lleva en la sangre, en el espíritu, en su manera de ver la vida, de ver como es un país. No es mi caso cambiar si se gana o se pierde.

Paralelamente viví de mi trabajo de actor hasta el día de hoy. Lo estoy pensando a lo de la jubilación, me gustaría poder disfrutar un poquito más de la libertad. La actuación, sobre todo el teatro, te lleva mucho tiempo.

De todos modos y a pesar de ser un tipo optimista, estoy muy desilusionado, profundamente, porque conjuntamente con los episodios que se sucedieron en la república, pasaron mis años también. Y ya no tengo la edad que tenía. Me tocó decir en un discurso, cuando se inauguró el mausoleo de Alfonsín, que le debíamos algunas cosas a Alfonsín, entre ellas, la de haber vivido nuestros mejores días como ciudadanos de este país. Y estoy seguro de eso. Millones de argentinos los vivimos como un respiro, como un momento de disfrute. Si yo me acuerdo de eso, hoy me quiero morir, porque nunca me imagine, como ningún argentino se imaginó, que íbamos a llegar a esto. A esto, donde le quitan el sueldo a un juez porque investiga a un Presidente de la República. Lo peor de todo, es que la herencia que va a dejar este gobierno, después de doce años, va a ser terrible, no en términos económicos, sino en términos morales. El comportamiento de la sociedad argentina en pésimo porque la corrupción está metida ya en el adn, producto de una larga historia. Entonces, me resulta muy difícil hablar de política sin hablar del otro protagonista que es la sociedad. La sociedad argentina no se conmovió cuando derrocaron a Illia y tendría que haber hecho un escándalo.Y Alfonsín se tuvo que ir antes. Y veinte años después de dejar de ser presidente, la gente se dio cuenta y lo fue a despedir. Pero tampoco reaccionó, porque fue un presidente legítimo, decente, que reconoció sus errores, que hizo cosas extraordinarias, como la democracia, que juzgó a las juntas militares, no esta mamarrachada de descolgar un cuadro. De manera que fuimos para atrás.

Hay un tema fundamental que me tiene preocupado: el tema de la educación. Va a llevar tres o cuatro décadas recuperar la educación, recuperar las formas, recuperar el respeto a la maestra, el nivel educativo bajó notablemente, aunque el presupesto se haya incrementado.

Un gobierno, como el actual, propició el consumo. Yo me crié cuando la prioridad era un techo, un lugar dónde vivir. Hoy, fíjese, todo el mundo tiene plasma, tiene confort, lo cual está muy bien, pero hay un déficit habitacional brutal. Y esto crea una angustia en la gente, una incertidumbre que no es buena. Pero, en fin, yo tengo esperanzas. Si uno no fuera un optimista crónico no se interesaría en la política.

Tengo una relación entrañable con Córdoba, por muchas razones. Profesional, desde luego, porque la primera vez que vine a Córdoba fue al Rivera Indarte con la Comedia Nacional en 1965. Vine muchísimas veces, no sólo a trabajar. Fui el dirigente que propició la creación de las delegaciones de la Asociación de Actores en todo el país.
Y tengo, además, un recuerdo muy entrañable porque la Asociación de Actores tiene su casa de descanso desde los años ’40, en Villa Giardino, y ahí pasamos con mis hijas y mis viejos vacaciones de invierno. Tengo amigos de muchos años aquí.

Me da la sensación de que es cierto, al igual que pasa con Rosario: volver a Córdoba a uno lo liga con muchos recuerdos, mucho con la profesión, una gratitud con la gente.
Solo soy militante. Creo que lo que tenía que hacer, lo hice. Tengo el honor de haber trabajado con el presidente Alfonsín en forma ad honorem, fui diputado nacional.

Tengo la esperanza de que gane un partido, una alianza, con vocación democrática, que haga respetar las leyes. Y vamos a tener que ayudar un poco todos.

Yo soy muy hincha de fútbol. Soy hincha de River. No quiero saber más nada con el fútbol ahora, porque no me quiero hacer cómplice de esto que se está viviendo, que de 204 miembros de la Federación Internacional del Fútbol Asociado (Fifa) el único país del mundo donde la hinchada visitante no puede entrar, es el nuestro. Entonces, no veo más fútbol. Lo único que me interesa es la selección nacional. Es atroz, es el reconocimiento de que las organizaciones criminales ganaron la partida. El gobierno no se interesó, no pudo o no supo manejar a esta gente. Este es un síntoma de cómo está la sociedad.

¿Qué le atrapa de Tokio?
Es una película de amor entre gente mayor. En el catálogo virtual que puede presentarle una cinematografía al público, películas románticas tiene que haber. Es la primera vez que hago de galán tradicional, lo cual me alienta bastante. Y comparto elenco con la genial Graciela Borges.

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