23 oct 2010

Entrevista a Alberto Daghero

Juicio de la UP1 a Videla, Menéndez y otros
“Videla y Menéndez tienen todas las garantías legales. Nosotros no las tuvimos”
Estas son las palabras que se desprenden del emotivo relato que Alberto Daghero, vecino de Unquillo, mantuvo con Ñu Porá.  En cautiverio durante la última Dictadura Militar, exiliado once años, celebra el juicio a los responsables de los aberrantes hechos que comenzaron en marzo del 1976, y cuenta lo vivido por él. El rol y funcionamiento de la justicia que le tocó en aquellos años. Un admirable ciudadano que sigue soñando por una sociedad más equitativa.   
Tener una idea, una utopía, es lo único que al ser humano lo hace vivir pensando en que no va a ser una planta que vejeta sino que va a ser algo más. Si se muere la utopía se muere la humanidad. Imposible no tener un sueño. Este es un principio que mantengo intacto hoy en día. Han pasado tantas cosas, han cambiado otras, pero no dejo de tener mis utopías, mis sueños. Creo en la biodiversidad. No hay una sola cosa. Somos muchos y muy diversos. Y es la diversidad la que va a permitir que el ser humano pueda sobrevivir. En aquellos años uno quería cambiar el mundo y parecía que podía transformase la sociedad en una más justa. No fue así. Nos equivocamos. No lo pudimos hacer. Lo que no implica que la búsqueda de mejorar sea imposible. Alberto Daghero
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¿En qué año llegaste a Córdoba a estudiar?
En el año 1971 vine, yo nací en el interior y comencé a participar en el Centro de Estudiantes de la Facultad de Agronomía con otros jóvenes de distintas corrientes políticas: del peronismo de base, de la juventud guevarista, había independientes… El grupo se llamaba Grupo Independiente de Agronomía. Como yo venía del campo y mi padre siempre había tenido relación con las Cooperativas agrícolas, que eran pequeños productores, tenía la idea de trabajar con este sector. A través del Centro de Estudiantes y algunas cátedras hicimos proyectos para trabajar con pequeños productores del cinturón verde de Córdoba. Eso llevó a que tuviera una participación activa, siempre como un simple estudiante, nada más. Por esos años -del ´73 al ´75- había un movimiento y una convicción muy fuertes. Cada uno impulsaba cambios económicos y políticos para aspirar a una sociedad más justa, solidaria, mucho más equitativa. Ese era el objetivo principal.

¿En el `76 estuviste ahí?
Hasta el Golpe estuve en la facultad, luego ocuparon todas las facultades los militares. A la Facultad de Agronomía la custodiaba la Aeronáutica y el Decano Interventor era un Mayor músico. Yo volví a la facultad después del 24 y para ingresar debías tener autorización, ir con saco y corbata. Fueron pocos días porque a mí me detuvieron el martes 13 de abril.

¿Pertenecías a un grupo armado?
No. Estaba dentro del Centro de Estudiantes y simpatizaba con grupos peronistas, guevaristas. Militaba con ellos pero no pertenecía al ERP, ni al PRT ni a Montoneros. No todos estábamos armados. Hay ciertos sectores que tratan de decir que todos estaban armados de los 30 mil desaparecidos. Si hubiese habido treinta mil guerrilleros la historia hubiera sido otra, no estaríamos acá. Sería otra Argentina, bien, mal, no sé. Pero 30 mil guerrilleros… no hubiesen ganado los milicos, la cosa sería diferente. La mayoría de los que terminamos presos, no teníamos nada que ver con las armas.

¿Te detienen en la misma facultad?
No. Me van a buscar a mi casa. Detienen a algunos del Grupo Independiente de Agronomía. A uno de ellos lo torturan y marca varias casas, entre ellas la mía. Me van a buscar y me detienen. Estuve casi un mes desaparecido para mi familia. Primero me llevan a la D2, ahí en el Cabildo. En ese lugar estuve la mayoría del tiempo. Luego, dos o tres días al Campo de la Rivera. Después me vuelven al Cabildo. A fines de mayo me trasladan a la Penitenciaría, a la UP1. En la D2 me torturaron con golpes, submarino seco, submarino húmedo, me picanearon eléctricamente. Buscaban con quien estabas trabajando: nombres de productores, de cooperativistas. Fue una lucha con uno mismo. Hasta dónde uno podía decir o no y hasta donde podía o no aguantar la tortura. De afuera parece que es fácil ser leal a una causa, pero adentro hay que aguantarse la tortura física y los miedos. Muy duro. Cuando me encontré con Olmedo me dice: “yo te marqué tu casa”. Qué le voy a decir. Está todo bien. Estuve en la UP1 cuando sacan a los 31 presos que luego fusilan y que ahora están enjuiciando en la causa Videla, Menéndez y otros. Juicio al que estoy yendo cada tanto a presenciar y en el que estoy en la lista de espera como posible testigo.

¿De qué te acusaban?
Me acusaban de asociación ilícita. Si se juntaban más de tres para delinquir subversivamente, eso era asociación ilícita. Todo era una farsa. Estaba en una causa con otras 40 personas. Pero nunca declaré. Cuando me hacen firmar la declaración en la D2 fue con los ojos vendados. Podía firmar mi defunción, cualquier cosa. ¡¿Qué sabía lo que estaba firmando si no me dejaron leer?! Cuando estaba en la UP1 vinieron abogados defensores como Aroz, que ahora es juez y está cuestionado. A mí me llevan con un fusil apuntándome en la espalda. Así me presentan frente a él. Me acuerdo de las palabras de Aroz, que fueron terribles: “yo soy su abogado. Usted ya sabe como son las reglas del juego acá”. Y le digo: “¿cuáles son la reglas de juego?”. “Bueno, bueno. Usted debe saber”, me contestó. Repliqué: “¿Usted es mi defensor?”. “Sí, sí”. ¿Qué puedo hacer con un abogado que representa a la justicia y le llevan a alguien a declarar con una ametralladora atrás? Estaba todo dicho y yo a ese tipo no lo necesitaba. Ahora está denunciado. Yo también lo denuncié. Así funcionaba la justicia en esa época. En esas circunstancias, vendado, apuntado, golpeándonos, era cualquier cosa menos justicia. No como el juicio que tienen Videla y Menéndez ahora que tienen todas las garantías legales habidas y por haber que tendría cualquiera. Nosotros a eso no lo tuvimos. Ni visitas tuvimos nunca. En los pabellones, todas las ventanas estaban tapiadas, no veíamos la luz. Yo estaba con 23 personas en una celda de 20 metros cuadrados. Debíamos orinar por un hueco en la pared y un tarro de 5 litros para ir al baño. Éramos 23 por lo cual se llenaba rápidamente. Un olor impresionante. No teníamos más que un colchón y una colcha. Ni ropa. No me afeité nunca, ni me corté el pelo. Encima venían diariamente a golpearnos. Nos torturaban física y psíquicamente. Así fue como sacaron 31 y los fusilaron. Y una orden de Menéndez decía que a todos nos iba a pasar lo mismo, él afirmaba que matando a diez mil se aseguraba de matar a los mil guerrilleros que había en Córdoba. Pero mataba a diez mil. Esa era su teoría. Bueno, entonces el día 2 de diciembre nos llevan a Sierra Chica, en Buenos Aires. Un viaje muy duro. Nos llevan esposados, vendados, a golpes. Todos en un Hércules atados al piso. El recibimiento allá también, golpes por todos lados. Estuve quince días en esa cárcel tétrica. Ahí, en el año `77, fue el juez Zamboni Ledesma a notificarme que me habían absuelto de la causa pero como estaba bajo el Poder Ejecutivo continuaba detenido. Un decreto de Videla decía que yo, y otros, habíamos sido detenidos porque éramos peligrosos para la seguridad de la Nación.

Así que te declaraban absuelto pero debías permanecer preso…
Claro. Yo salgo recién el 11 de julio del `79. Estoy 3 años y 3 meses preso. Permanezco en Sierra Chica hasta febrero del `79 donde me pasan a la cárcel de La Plata. Ahí estoy hasta junio que me llevan a la alcaidía de Buenos Aires, cuando el 25 de mayo del `79 salgo en la lista de opción salida del país. Por una negociación de Alemania con los militares se establecía la liberación de 500 presos bajo el PEN, y el otorgamiento de una visa. Me dan la visa después del mundial, por setiembre del `78. Con el papel, mi familia presenta una opción salida del país. Recién en mayo del `79 me la otorgan. El 11 de julio me llevan a Alemania. Cualquier país del mundo para mí era lo mismo, me quería ir. Los alemanes me dieron un pasaporte de refugiado político. Con ese pasaporte tuve una beca de estudio y un departamentito en una zona estudiantil.
¿Cómo hiciste para restablecerte psicológicamente?
Fue duro. Cada vez que pienso… no sé, por ahí mi cabeza haga un clic en algún momento pero hasta ahora lo he soportado bastante bien. Hice toda una terapia en Alemania de casi un año. Pero yo llegué y al mes ya estaba estudiando alemán. Psicológicamente me propuse no dejarme vencer. En la cárcel era yo de un lado, y del otro lado de las rejas los militares. Ni siquiera en Sierra Chica yo era Alberto Daghero. Yo era el 1317, era un número. Era la denigración del sujeto como tal, física y psíquicamente. Entonces tenía que demostrar que no me habían vencido. Tenía que terminar mi carrera. Me hice fuerte en ese pensamiento. Me quedé casi once años en Alemania. Volví el 1º de enero del `90. Siempre dije que iba a volver, desde el día que me fui. Podría haber vuelto antes pero como no estaba listo con mis estudios, esperé un tiempo más.
Cuándo va al juicio de la UP1, ¿qué le genera ver a Videla y Menéndez?
Yo sé quiénes son, y no estoy en la vereda de ellos, estoy en la vereda del frente, eso lo tengo muy claro. Pero no por eso les tengo odio. Y creo que la mayoría de la gente no tiene odio. Es difícil entender esto. Es claro que muchos queremos justicia. La sociedad todavía no entiende la importancia de estos juicios. Me refiero a la mayoría cuando hablo de sociedad. Hay otros que sí entienden. Muchos comprenderán de acá a unos años. Gente que niega los juicios es porque no está pensando en función de la sociedad, pero si pensás en construir un sistema social, llamémosle democracia o como quieras, es construir relaciones humanas. Y las relaciones se construyen sobre valores. Si vos no tenés valores de justicia, ¿con qué valores vas a construir una sociedad? La justicia nos hace un poquito más igualitarios. Eso es lo que a mí me produce cierto alivio. La tristeza, el dolor, no se borran nunca. Nunca más.

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