12 dic 2014

La mujer en América latina


A 20 años de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la mujer.

Para hacer también una evaluación sobre cómo está la condición de la mujer hoy en nuestro continente, conversamos con una de las personas que desde diferentes lugares, ha incidido en la generación de políticas públicas a favor de la mujer. Desde su militancia en el movimiento feminista de mujeres, desde ONU Mujeres en distintos países de la Región, desde la ONG que preside desde hace casi 30 años, desde la Facultad de Arquitectura de UNC y desde muchos otros espacios internacionales que avalan su opinión.  

En nuestra región se ha consolidado el proceso de articulación de las agendas de las mujeres. En el 2012, conmemoramos  los 30 años de la Agenda Feminista Latinoamericana. Esto no es poco, porque la agenda ha ido avanzando, posibilitando incluir nuevos temas. Entonces, la sociedad civil, la sociedad feminista, y los gobiernos se van involucrado. El tema de la mujer está colocado en la agenda pública. Sin embargo, tenemos legislaciones de segunda generación sobre la violencia, que tienen deficiencias. Hay que avanzar todavía mucho más. No hay un compromiso suficiente de los Estados en la asignación de los recursos, recursos económicos, sociales, simbólicos. En el campo de las  obligaciones  internacionales, hay avances pero tampoco son suficientes.
En el campo de lo político, desde la Ley de Cuotas de Argentina, pionera en el mundo en el año 1992, en la región hemos logrado avanzar en la participación política de la mujer. América Latina ya cuenta con siete presidentas, mujeres en el más alto nivel de decisión, y algunas siendo reelegidas. Estamos hablando de una ruptura del simbólico y del cultural en la sociedad latinoamericana, una sociedad muy patriarcal y machista, en donde las mujeres sí pueden. Pero a la vez que tenemos más mujeres en cargos centrales,  esto no ha logrado traccionar al posicionamiento en la toma de decisiones de las mujeres a otro nivel. Ejemplo, las municipalidades. En los municipios de América Latina en su conjunto, sólo un 11 por ciento de mujeres encabeza los gobiernos municipales. Y en los parlamentos, en los concejos deliberantes municipales, es el mismo porcentaje. Esto quiere decir que necesitamos que vayan ayudando a la equiparación y de esta manera erradicar viejas desigualdades en la sociedad.
En el campo del empleo, ha crecido notablemente el trabajo de las mujeres, aún así, según datos de la CEPAL, siguen siendo el mayor porcentaje de desocupados. Y si bien ha disminuido la pobreza en el continente de una manera muy promisoria, en nuestro país es evidente, sin embargo, cuando estudiamos los datos finos de Argentina, de Brasil, las mujeres son las más pobres. Las más pobres y únicas responsables de los hijos, además, viven en territorios inhóspitos.

En el caso de la educación, en cualquier segmento laboral, sea el más alto profesional o el de menores ingresos, las mujeres están en desventaja con respecto a los hombres.
Con estos ejemplos quiero decir, que en estos 20 años tenemos mucho que celebrar. Hemos logrado avanzar gracias a las luchas de las mujeres y de las feministas. Esto no significa que no haya deudas pendientes.
La principal deuda pendiente, creo que sigue siendo la pobreza y la desigualdad. En la medida que persistan las grandes desigualdades, las mujeres siempre van a estar en situación de vulnerabilidad, no por ser mujeres, si no por las situaciones en las que se encuentran. La desigualdad y la pobreza son un límite al desarrollo de un mejor nivel de vida.
La segunda deuda, que se relaciona con la anterior, es la persistencia de la división sexual del trabajo, la reafirmación de los estereotipos, de los roles asignados históricamente. Si la sociedad latinoamericana sigue pensando que las mujeres son las responsables de la vida doméstica, de la reproducción y del cuidado, vamos a tener doble o triple sobrecarga de actividades.
El tercer gran tema es el de la violencia. Seguimos teniendo que puertas adentro se ejerce la mayor violencia sobre las mujeres, lo cual, las desempodera, las vacía de esperanzas. También hay otros actos de  violencia, más complejos, más inasibles, como el femicidio,  el asesinato de las mujeres en el  espacio público. Se las mata por el simple hecho de ser mujeres, y por el ejercicio del poder de los hombres, que creen que pueden apropiarse de sus cuerpos.
Cuando se instalan estas violencias en el espacio público, pareciera que puede ser posible que todos nuestros derechos ganados no nos sirvan y las mujeres vuelvan a encerrarse en sus casas o en el country, con temor.

Agrego una deuda más: la posibilidad y la necesidad de poder decidir sobre nuestros cuerpos. Elegir libremente cómo ejercemos nuestra sexualidad, y cómo ejercemos nuestra capacidad reproductiva. Y esto hace al debate sobre el aborto, al debate sobre la necesidad de dar protección, desde el servicio público de salud, a las mujeres que deciden no continuar con un embarazo. Pero, por sobre todo, la necesidad de brindar educación sexual, preservativos, todo aquello que posibilite la prevención y la elección.
Todo lo que sea instalar en la dimensión de lo público la diversidad, la riqueza que representa la diversidad de la sociedad, será favorable para la democracia. Entonces, incluir a los pueblos originarios, a los afrodescendientes, a las lesbianas, a las jóvenes, a los transexuales, incluir la diversidad, hará a la riqueza y ampliación de la agenda.

Por Ana Falú

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