9 sept 2014

100 años de Cortázar

No voy a escribir sobre Cortázar. Me niego. ¿Por qué nació en Bruselas? Busque en Wikipedia. ¿Por qué murió en París? Diríjase al diccionario amigo. Nada puedo agregar que no se sepa. Prefiero leerlo y que de él escriban los que saben.
¡Espere! No se vaya que ni siquiera hemos comenzado. Tome un libro (por ejemplo, Rayuela). Acaricie con las yemas de los dedos la cubierta. Sin apuro. Ábralo aproximadamente en el medio. Cierre los ojos y acerque la nariz al papel. Inhale profundamente, llenando los pulmones de literatura. Aléjese y cierre el ejemplar. Lea el título, en dorado: Rayuela. Pregúntese: ¿tengo ganas de jugar? En caso negativo, coloque el libro sobre una repisa y desaparezca.
Supongamos que escogió otro libro (por ejemplo, Historia de Cronopios y de Famas). Repita el procedimiento y pregúntese: ¿por qué voy a leer a Cortázar? Las respuestas pueden resultar variadas y torpes: “porque hay que leerlo”, “porque es un clásico”, “porque me lo recomendaron” u otra barbaridad coherente y racional. ¡Aléjese rápido porque el absurdo lo acecha! Coloque el libro en una repisa y desaparezca.
Tal vez se encontró con un cuento aislado (por ejemplo, El Perseguidor). Pregúntese: ¿por qué leer una biografía que no es una biografía? Una pregunta sensata. Agáchese, despacio. Debe correr un riesgo. Usted no sabe si hay continuidad en los parques, un embotellamiento en la autopista u hormigas en su jardín. Tenga miedo sin miedo. El mundo se volvió una loquería. Incorpórese. ¡Despacio! Tome asiento e inhale literatura como se indicó anteriormente. Póngase cómodo. Ya está listo para comenzar la lectura. Ahora sí, empiece por donde usted quiera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario