7 nov 2014

Día de la No Violencia contra la mujer

El año 1948 puso de pie a todos los aplaudidores. La Declaración de los Derechos Humanos, salida de la asamblea de la ONU, era un avance decisivo en la historia de la humanidad. Parece que nadie recordaba que un príncipe llamado Sidarta Gautama, conocido como Buda, había dicho (uno dos mil cuatrocientos años antes que la ONU) que era necesario no causar ningún daño, ni siquiera a las flores. Tampoco recordaban a un barbudo que enseñó la importancia de amar al otro, incluso (sobre todo) al enemigo, unos mil novecientos cincuenta años antes.

Los aplaudidores reconocieron que todas las personas, solo por existir, tienen derechos que le son inherentes. Algunos estallaron de júbilo y vieron, en este hecho, un progreso. Otros encontraron el fracaso disfrazado en actas. ¿Qué nos pasó, como humanidad, para que fuese necesario dejar por escrito que no podíamos torturar  o lastimar a otro? ¿Cuándo caímos en la necesidad de decir que no está bien esclavizar y perseguir a los demás?
Es que la Primera Guerra Mundial había dejado un saldo de aproximadamente 18.000.000 de muertos y, la segunda, de unos 55.000.000. Ni Gandhi, ni Einstein   ni otros lograron apagar la locura de Hiroshima y de la China venidera, que ya denunciaba Huxley en 1937. Reconocer los derechos de las personas era una cuestión internacional que no podía quedar en manos de un sabio pelado, de un pacifista judío y barbudo, de un científico canoso o de un abogado convertido.

Pero la declaración de los derechos humanos tampoco fue suficiente. Trujillo la desconocía y nunca imaginó (ni vivió para verificarlo) que su decisión de ejecutar a las hermanas Mirabal tendrían consecuencias 20 años después. Así que el 25 de noviembre de 1960 ordenó la ejecución de las damas por atentar contra la seguridad del estado de República Dominicana.

En  el Primer Encuentro Feminista (Bogotá, 1981) se decide que dicha fecha será declarada como el Día Internacional de la No Violencia contra la mujer. En 1993, en la Asamblea General de la Naciones Unidas, nuevos aplaudidores (con más presencia de mujeres) realizan una Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y luego, el 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Otra vez, aplausos de pie. Al parecer, las mujeres no eran personas que entraran en la Declaración de 1948 (como no entraban gays, aborígenes, negros y otras minorías) y se hizo necesario otro decreto para que cesen los golpes, la humillación, el asesinato, el abuso y otras vejaciones que venían padeciendo. Pero ellas no debían confundirse: no tenían derecho a votar, a ocupar cargos públicos ni a asomar la cabeza fuera de la casa si el marido no estaba cerca.  Eran personas pero todavía quedaba la discusión para saber si eran capaces para estudiar, elegir, gobernar y ser independientes.

La sensibilidad social tarda un poco más en llegar. En Argentina, ni siquiera la muerte de María Soledad Morales logró que el problema se instalara en agenda. No fue la primera y, muchas Soledades después, parece que no llegó la última.

Resulta ridículo y vergonzoso tener una fecha (el 25 de noviembre) que nos indique que hay que erradicar la violencia contra la mujer. Otra vez, están los que celebran y los que suman un nuevo fracaso al de 1948. No basta con determinar que no haya maltratos. Hay que ser específicos y enfocarse en las mujeres, en los diferentes, en los que eligen, en los niños y en todo aquel que sea blanco de una agresión sistematizada y arbitraria. Como si el 8 de marzo hiciera más mujeres a las mujeres, como si el 14 de febrero las parejas se amaran más que el 13 de febrero o el 24 de marzo.

Existen más, muchos más, datos, fechas y números. Símbolos que coleccionamos en informes y estadísticas para el asombro, para la información y el escándalo. Símbolos que dan vueltas en periódicos, revistas, radios y pancartas, cuando encendemos una vela por cada mujer que se apaga.

365 días no alcanzan para recordar la violencia ejercida contra cada uno de los grupos violentados. Pero el 25 de noviembre es un estigma que nos recuerda la torpeza y brutalidad, ya no para tratar a un grupo minoritario y silenciado, si no a lamitad de la humanidad. Golpes, secuestros y esclavización son evidentes de un modo directo. Lo que causa pavor es la violencia silenciosa y profunda enquistada en la ley, en el trabajo y en todos aquellos que atesoran un gramo de poder e inclinan la balanza en favor del macho... o del culo bonito.

por Leandro D. Rivero.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario